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HISTORIA DE TEGUESTE HASTA 1813

Convento El Socorro

La historia de Tegueste nació tras la conquista, con los primeros asentamientos de los colonizadores en el entorno de El Llano, donde se ubicó la ermita de San Marcos. En 1606, por impulso vecinal, la iglesia se erigió en parroquia, siendo éste el germen de la formación del municipio.

Los primeros colonizadores fueron de origen castellano y portugués, mayoritariamente, siendo el principio de propiedad de la tierra el que hizo que la sociedad se segmentase entre la división de herederos y la agrupación por compra de fincas por parte de propietarios foráneos. En 1862, sólo un 20% de las tierras pertenecía a teguesteros.

La constitución oficial municipal no se produjo hasta el 14 de febrero de 1813, en el marco legislativo de las Cortes de Cádiz. Posteriormente, hubo varios intentos de agregación a La Laguna, hasta finales de siglo, que no tuvieron éxito.

LA FIGURA DEL PREBENDADO PACHECO

Tras permanecer junto al Obispo de Arequipa seis años en Perú y haber elaborado su “Noticia de Arequipa”, recopilación de numerosos textos y hermosos dibujos, Antonio Perera Pacheco decide regresar a España al fallecer su mentor.

Antonio Perera Pacheco

Ya en Tenerife, en el año 1819 se segrega la diócesis de Canarias, y las Canarias Occidentales se integran en el nuevo obispado de La Laguna, del que es nombrado Prebendado y Racionero, que era mucho menos de lo que él esperaba. Esos años laguneros fueron de intensa dedicación a la cultura y la ciencia: copió viejos manuscritos, formó un gabinete de historia natural y continuó con su afición a la pintura.

La irrupción del liberalismo fue un duro golpe para la Iglesia, que vio como disminuían sus rentas con la supresión del diezmo y la desamortización de los conventos. Ante esta nueva situación Pereira era consciente de que sus ingresos no le permitirían vivir con holgura en La Laguna y valorando su edad, enfermo y agotado, decidió retirarse a Tegueste en 1842, donde había ido adquiriendo, en años anteriores, una pequeña hacienda a través de compras sucesivas.

Su obra y su vida se enfrentaron al nuevo entorno que se le venía encima. De él se puede decir que fue el último clérigo ilustrado que, desde la postración y la amargura, vivió los últimos años de su existencia tratando de reformar el mundo a pequeña escala desde su retiro de Tegueste.

Pereira en esos 16 años, como bien señala Manuel Hernández González en su estudio crítico de la Noticia Histórica de Tegueste, apoyo del presente texto, se sintió referente obligado para la promoción de su pueblo, agente de la cultura y luchó contra la superstición, el gran anhelo de una generación de clérigos abiertos a los tiempos y creyentes en la armonización entre una Iglesia reformada y un Estado transformador. Era la enseñanza que había adquirido en el Seminario y la quiso poner en práctica en un pueblo pobre, de medianeros y arrendatarios. Sus logros, como recoge con orgullo en su Noticia Histórica de Tegueste, fueron la instalación de la escuela de primeras letras, la creación de una Junta de Beneficencia, la construcción de una casa para el Ayuntamiento y la casa mortuoria, cuyo plano exterior reformó; las mejoras de la parroquia con sus siete balcones de la fachada; la ordenación de su archivo y su dotación de ornamentos. También sabemos su contribución en la puesta en funcionamiento de un cementerio, evitando así los riesgos de epidemia por los enterramientos en la Iglesia.

Pereira demostró en todo momento su afición al dibujo. Prueba de ello son sus láminas de la “Noticia Histórica”. En ellas refleja la vestimenta teguestera, excepcional testimonio, la portada de las ermitas, hoy todas desaparecidas excepto la de El Socorro y la que por entonces tenía la parroquia de San Marcos.

Mostró su preocupación por la reforma de las costumbres, por la historia natural, por la conservación de la naturaleza y la introducción de mejoras agrícolas. Mostró su interés al hablar de las aguas y montes de Tegueste, de los avatares de su parroquia, de los fenómenos naturales extraordinarios, pero, también, de la vestimenta popular y la idiosincrasia de sus gentes sencillas y dedicó un gran espacio a la historia religiosa, sus fiestas y tradiciones.

Sus reflexiones tienen gran agudeza sobre su pobreza y sus dificultades para promover la educación ante el azote de la miseria. Es consciente del rentismo y del absentismo de la clase propietaria, de los graves daños que sufren sus bosques, de la incapacidad de aprovechar sus fuentes y manantiales,… pero aún así, en medio de ese pesimismo, se muestra esperanzado con las reformas que introduce en Tegueste.

Fue un recopilador entusiasta que, a pesar de todo, creía firmemente en el carácter redentor de la educación y la ilustración como forma de acrecentar el progreso de los pueblos. Eso fue lo que quiso plasmar en sus últimos años de vida en el pueblo campesino de Tegueste, su sueño utópico, dejando para nosotros su testimonio en sus realizaciones, que nos muestran su afán por rescatar y realzar los valores, realidades y acontecer histórico del Tegueste que conoció y amó, y del que se sintió partícipe, dejando una huella imborrable en sus campos y en sus gentes.

EL PUENTE DE PALO: UNA HUELLA DE LA HISTORIA DE TEGUESTE

El Puente de Palo fue construido a finales del siglo XVIII-principios del XIX,  con el fin de facilitar el paso de los vecinos, ya que el pueblo estaba dividido por un barranco considerable que impedía el paso con las aguas de escorrentía, sobre todo en invierno. Desde 1826 se encontraba en muy mal estado, con el consiguiente peligro para personas y animales. A mediados del siglo XIX fue reparado gracias a las contribuciones de los vecinos. De hecho, a lo largo de la historia, en época de grandes lluvias, cuando por el cauce del barranco discurrían las aguas con gran violencia, el Puente se destruyó varias veces.

Actualmente, el Puente de Palo permanece como un recuerdo más de los modos de vida en la Villa de Tegueste en tiempos pasados.

 

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