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Tegueste ha vivido con sus tradiciones un tipismo que el progreso va absorbiendo y tenemos el deber de indagar en el pasado histórico del municipio para rescatar todas aquellas expresiones populares, que no por ser antiguas sean contrarias al florecimiento cultural de nuestro pueblo.

Objetivos generales

  1. Conservar una tradición, que hasta bien entrado el presente siglo se había mantenido a través de los años en el acervo cultural del municipio.
  2. Potenciar todas las manifestaciones culturales, en especial el conjunto de La Librea, los Barcos y La Danza, como tradiciones locales que nos identifican.
  3. Fomentar en la juventud el interés por la participación en estas actividades culturales.
  4. Difundir las tradiciones del municipio para proyectarnos culturalmente hacia el exterior.
  5. Perpetuar en el tiempo la realización de estas actividades, intentando que no dejen de existir, ya que con ellas conservamos nuestra verdadera identidad.

Los Barcos y significado de la Librea

En Tegueste se hallaba la comandancia de una de las tres cuadrillas de la organización defensiva, incorporada a la compañía de Anaga primero y a la de La Laguna después. Su cuadrillero mayor fue Bartolomé Gómez, quien ejercía la jurisdicción sobre los pueblos que componían el valle abierto al mar por Poniente: Tegueste, Tejina, Punta Hidalgo y Valle Guerra.

La defensa de piraterías y ataques navales llegó a ser tan importante que se creó una mentalidad defensiva, una obsesión generalizada frente al posible ataque moro o inglés. Los Barcos, el Castillo y la Librea se representaron en nuestras fiestas más tradicionales como vivo exponente de las costumbres ancestrales.

La demostración folclórica consistía en la batalla que se entablaba entre el Barco y el Castillo, en la Plaza de San Marcos, mientras las recámaras y los fuegos de artificio se sucedían entre estos eternos rivales. El Castillo era suplantado por el antiguo Ayuntamiento, y los barcos se colocaban delante de la casa de don Antonio Pereira, el Prebendado Pacheco.

La Librea consiste en una especie de milicia mandada por un capitán. Esta típica escuadra de tierra adentro marchaba por riguroso orden según la promesa ofrecida, del siguiente modo: el Barco de Pedro Álvarez en primer lugar, seguido del de Tegueste, y en último lugar, el de San Luis. El Socorro también rendía pleitesía de reconocimiento por la aludida merced, navegando todos sobre la carretera que el hombre del campo, con su yunta de vacas, ha arrastrado orgulloso hasta nuestros días.

En principio, cuando en Tegueste existieron las milicias, con sus brillantes uniformes y su capitán al frente, la cuadrilla descargaba sus armas de fuego en señal de honor a la salida y entrada de los santos patronos. Al desaparecer del pueblo estas fuerzas, continuó la tradición formando compañías de voluntarios, que al no disponer de armas de fuego, idearon las «escopetas de caña«, con las que desfilaban en las procesiones.

Representación del conjunto

En 1583, en agradecimiento al Santo Patrón por haber liberado al pueblo del terrible azote de la «peste de las landres» que diezmó notablemente la población de la isla, se le rinde homenaje, con promesa de perpetuidad de erigirle unos barcos en el día de sus fiestas.

A estas naos de tierra se le unían la Librea y la Danza, consistente en unos arcos de flores, sujetos a un mástil, en cuya parte superior llevaba un penacho de flores a modo de corona, alrededor de los cuales danzaban unos bailarines al son del tajaraste, tocado con tambor y castañuelas.

Los barcos se concentraban en la Placeta. La Danza, acompañada de numeroso público se dirigía a la Casa del Capitán, que por promesa y de forma simbólica mandaba en las fiestas.

Ya concentradas las fuerzas que habían de desfilar, el Capitán, vestido a la antigua usanza (chupa, calzón, medias, sombrero de plumas y un sable) daba la orden de marchar. Los milicianos, una vez colocados en formación y al toque de caja o tambor, precedidos por la Danza marchaban a buscar los Barcos, que los escoltaban en correcta formación por este orden: la Danza, La Compañía y Los Barcos, para entrar en la Plaza, donde esperaban la salida del Santo Patrón de la Iglesia.

Al aparecer éstos se hacían descargas de mosquetería o lluvia de cohetes, cuando los mosquetones fueron reemplazados por escopetas de caña. Ya en movimiento, la Danza encabezaba la comitiva, bailando ante el Santo, al que seguía el clero, las autoridades, las milicias con su capitán al frente y en último lugar los Barcos. Una vez acabada la procesión las milicias hacen descargas de arcabucería o cohetes, mientras que se inicia un simulacro de batalla frente al Castillo, que a su vez le contesta de igual forma, entablándose un verdadero combate de fuegos cruzados.

Una vez entradas las imágenes, los Barcos debían dar tres vueltas de ordenanza a la Plaza, precedidos de la Danza y la Compañía de milicianos, para a continuación declararse en retirada, simulacro de fuga que despertaba mucha afición entre el público asistente.

La indumentaria de Las Libreas de Tegueste

Para reconstruir los uniformes usados por la antigua Librea de Tegueste hemos recurrido a dos fuentes diferentes: de una parte la descripción facilitada por Juan Daniel Darias Hernández, cronista oficial de Tegueste, cuyo texto transcribimos a continuación:

«Antiguamente el uniforme de la Librea consistía en una casaca, calzón, borceguíes (botas de cuero) y chambergo (sombrero blando de ala ancha) adornado con plumas, del estilo de los Tercios de Flandes.

«En los últimos tiempos, años veinte de este siglo, se usaban uniformes del ejército, que consistía en: guerrera de color azul con entronchados de jeroglíficos, pantalón azul con dos franjas encarnadas de alto arriba, el ros (especie de gorra con visera) con un plumacho en el centro y un sable. Uniforme que hasta épocas muy recientes existía en el Ayuntamiento de Tegueste».

La segunda fuente de la que nos servimos son los dibujos del Prebendado Pereira Pacheco, que en su manuscrito de 1809 «Colección de figuras que demuestran los usos y costumbres de la Muy Leal y Noble Ciudad de La Laguna y sus campos y suburbios…» en los cuales nos ilustra, entre otras cosas, los uniformes de la isla en la fecha de la redacción del manuscrito, que sin ser exactamente iguales nos aportan datos sobre el corte y los colores de las diferentes prendas que lo componen, a saber:

  • Sombrero: tipo chambergo de color negro, de ala grande y copa más bien baja, adornado con plumas.
  • Corbata: de tipo dieciochesco de color negro.
  • Camisa: de color blanco, de manga larga y cuello alto.
  • Chupa: corta a la cintura, de color blanco.
  • Casaca: de color azul marino, con vueltas y solapas de color encarnado, botones dorados, galones y charreteras para el oficial.
  • Calzones: de paño encarnado con botones en las perneras y jarreteras de color amarillo.
  • Medias: de algodón de color blanco.
  • Zapatos: de color negro, con hebillas doradas.
  • Correaje: cruzado en el torso, doble y de color blanco, uno de ellos para la funda del sable y el otro para el recipiente de las municiones

 

En esta época, los ataques más frecuentes a nuestras costas eran los ocacionados por los barcos ingleses, los corsarios y los moros; teniendo en cuenta que los barcos de Tegueste son tres (Pedro Alvarez, Tegueste y San Luis), se ha elaborado, para cada uno de ellos, vestuarios representativos de los bandos atacantes.

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